Fiestas

Diversos grupos de Caburgua organizaban fiestas para recaudar fondos. La primera celebración a la que asistió Lorenzo fue durante un 18 de septiembre en Paillaco, a unos pocos kilómetros de Caburgua. Los padres recaudaron fondos para mejorar la escuela fiscal que dirigía el profesor Teodoro Mättig. El gobierno carecía de recursos para mejorar el establecimiento, así que la comunidad aceptaba la responsabilidad. Unos músicos locales tocaron corridos mexicanos y cuecas chilenas. La gente joven bailaba con mucho entusiasmo a pesar de que llovía afuera y dentro de la ramada. Werner Bratz le comentó a Lorenzo que a estos bailes se les llamaba "piojendanzin," por lo que compartían las parejas.

La reina y su corte

En Caburgua había un entusiasmo especial para la fiesta de San Sebastián que se celebraba el día 20 de enero. El club de fútbol local organizó un torneo. Por falta de una cancha, jugaron en una pradera de ganado. Era admirable ver la fuerza y coordinación de los jugadores que corrían por un terreno tan disparejo a toda velocidad y sin lesionarse. Después de los partidos presentaron a la reina y a su séquito. El equipo ganador fue premiado con una cabra que seguramente se convertiría en un rico asado. En seguida el capitán del equipo ganador y la reina festejaron con el baile de una linda Cueca.

Carreras de caballo

Otra fiesta de San Sebastián fue dedicada a las carreras de caballo a la chilena. Según este deporte un jinete desafía a otro a una carrera y con una apuesta considerable. Si el otro acepta, la pareja corre un trecho no muy largo. Los espectadores también apuestan. Hay varias carreras. También hay ramadas para comprar refrescos y bailar. Después que terminaron las carreras un muchacho de diez años desafió a Lorenzo a una carrera. A pesar de su poca experiencia como jinete, Lorenzo aceptó. Se largaron los dos caballos y desde el principio el muchacho iba adelante. De repente el caballo de Lorenzo se asustó y viró mientras Lorenzo siguió en línea recta. Gracias a Dios poca gente vio la tan espectacular caída.

El regreso a Caburgua de un hijo o hermano que vivía lejos siempre era una ocasión para celebrar. Los cuentos, los recuerdos, el asado, el vino y la chicha alegraban la reunión. Todos tenían historias y sabían cómo adornarlas. Volvía por un momento la unión familiar, pero demasiado pronto ya el hijo pródigo regresaba a la gran ciudad.