La vida difícil de los animales y de sus dueños

Tanto la vida de los campesinos como la de los animales que éstos criaban era muy dura.

En el caso de los últimos, la falta de alimentos en el invierno les causaba estragos. Debido a los pobres pastos y poco heno guardado, resultaba común que vacas preñadas adelgazaran y les faltara la fuerza para parir. Durante los meses de agosto y septiembre las lluvias eran continuas y los  animales se morían de hambre. Cuando llegaba la primavera y los pastos crecían, los animales recuperaban la salud y parían sin mayores problemas. El nacimiento de las ovejitas y de cabritos juguetones producía gran alegría.

Todos los adultos colaboraban con la parición así que Lorenzo aprendió a ser partero. Una vez viendo morir a una vaca que no tenía fuerzas para parir  su cría, se le ocurrió intentar una cesárea, pero desistió porque no tenía idea como hacerla. Otra vez cuando a una oveja le costó parir, siguiendo las instrucciones de Don Segundo, giró a la cría dentro del útero para que saliera de cabeza. Al colaborar en estas tareas aprendió un nuevo significado del dicho, "la unión hace la fuerza."

Las tierras de algunas familias no eran suficientes para sostener a una vaca, por lo tanto criaron ovejas, cabras y unos chanchitos. Las cabras casi siempre prosperaban porque se alimentaban de los arbustos y la zarzamora que abundaba. Como nadie fumigaba la maleza, las cabras se encargaban de este trabajo.

Nada mejor que cazuela de ave

Todas las familias tenían gallinas y algunas otras aves que siempre andaban sueltas. Algunas personas suplementaban la comida con granos, pero las aves que no escarbaban no sobrevivían.  Los huevos que ponían, constituían una parte importante de la alimentación. El plato favorito, pero no del consumo a menudo, fue la cazuela de ave. La receta incluía un pollo, papas, apio, arvejas, perejil, zanahoria y ajo. Opcional era el ají u otra salsa. Para una fiesta la cazuela de ave era obligatoria por sus poderes maravillosos para reponer a los concurrentes.

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La fruta, la chicha y la felicidad

Próximo a las casas había una quinta que incluía manzanos, cerezos, ciruelos, duraznos,  perales y membrillos.  Con poca ayuda de campesinos, el clima y los suelos colaboraban para dar unas cosechas muy abundantes. Se comía fruta fresca. Algunos la secaban en los techos galvanizados. De los membrillos se fabricaba un rico dulce. También había mosqueta silvestre para preparar dulce. Algunas dueñas de casa hacían apfel kuchen según la receta introducida por los inmigrantes alemanes. Sin embargo, la mayoría de las manzanas se ponían en bolsas, las llevaban en carretas al molino. Después de moler y exprimir el jugo de la manzana, lo guardaban en barriles para fermentarlo. Durante los meses deprimentes del invierno, la chicha servía para alegrar a la gente...hasta que se acababa.